Os dejamos la crónica de nuestro compañero Carlos, de la Media Maratón Movistar de Madrid.
Llego tarde a escribir este post, tarde igual que entrando en la meta respecto a mis compañeros en el Medio Maratón Movistar de Madrid. Y lo escribo gracias a que Juan me escribió y me lo recordó, al igual que en el último kilómetro de la carrera Rosario salió de la nada en mi rescate para acompañarme hasta la línea de llegada. Mis piernas no tiraban lo que debían y solo pensaba en no agotar la reserva para poder terminar la carrera, pero un “¡Carlos, Carlos!” desde detrás no fue un espejismo, sino el mejor ejemplo de compañerismo que uno se puede encontrar cuando no le están saliendo las cosas como quiere.
A este capítulo llegaremos al final. Previamente a este momento, unas 2 ó 3 horas antes, el día había comenzado gris y frío. Muy frío. Una cafetería cercana al parque de Retiro servía de salvación para entrar en calor, tomar un café y no querer salir de ahí y mucho menos para hacer una media maratón. Quién nos mandaría a nosotros. Seguro que más de uno pensó en quedarse ahí dentro toda la mañana y razón no le hubiera faltado.
Los compañeros empezaron a llegar paulatinamente, el extremo derecho de la cafetería cada vez se iba quedando más pequeño y numerosas caras de sueño vestidas de runner con una equipación naranja veían cómo se acercaba inexorablemente la hora de salir y caminar hacia la línea de salida en la plaza de Cibeles. Previa foto de grupo en la Puerta de Alcalá y acordándonos varias veces de la madre naturaleza por el frío que hacía.
Llegamos apenas sin calentar al gallinero de los cajones para comenzar la carrera. En lo que a un servidor se refiere, salí junto a Nacho, Sergio, Rubén, David, Carlos y Juan Carlos pero el grupo no tardó nada en romperse. Los tres primeros salieron muy fuertes mientras que el resto preferimos aguantar el ritmo lo máximo posible.
Mi preparación no había sido la óptima, no por el planning que magníficamente preparan siempre Cristina y Juan, sino por no haber podido seguirlo como en otras ocasiones. Puedo afirmar y no equivocarme que cuando sí puedes seguirlo la evolución y la preparación es increíble, ya que llegas muy fuerte y 21 kilómetros los haces casi con la gorra. En esta ocasión no había podido ser así y yo sabía que llegaba con las fuerzas algo justas, así que tocaba reservar la máxima gasolina posible para intentar llegar entero al final.
Aún así, no me encontré mal al principio e intenté seguir el ritmo a David y Carlos en los 10 primeros kilómetros. Error. Con el perfil cuesta arriba hasta Plaza de Castilla y forzando un poco más de lo debido, en la bajada de la calle Mateo Inurria (kilómetro 11 aproximadamente) comencé a vislumbrar que la segunda parte de la carrera iba a ser más que complicada.
En el avituallamiento del km 10 corté un poco el ritmo para coger agua y me pasó mi tocayo Carlos, que le tenía un poco más atrás. Le conseguí alcanzar de nuevo pero poco a poco se fue alejando y alejando. Lo que poco a poco era una camiseta naranja y una gorra en lo lejos, fue tornándose en un punto entre centenares de runners, en ahora no le veo, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora no, ahora tampoco… le perdí. Kilómetro 13 y todo el Club Iron Sport iba por delante de mí, así que tocaba centrarse en no desgastarse mucho y tirar de cabeza para poder completar los 21.097 metros de la carrera.
Kilómetro 15 y mis piernas seguían sin darme una alegría, así que mi última bala consistía en tomarme el gel que llevaba en la riñonera acompañado de un trago de agua del avituallamiento. Y eso hice. Mano al gel, líquido para dentro, sobre a la papelera, trago de agua, botella al contenedor…. y nada. Kilómetro 17 y lo mejor que estaba sucediendo es que el perfil en ese instante era cuesta abajo, así que aprovechar la inercia de la bajada parecía la mejor solución para poder acercar la meta un poco más.
En el kilómetro 19 creo que las piernas se seguían moviendo ellas solas. Quedaba poco y no pensaba en retirarme, pero las ganas de llegar a la meta y acabar eran superiores a las ganas de la cerveza post carrera y eso ya es mucho decir. Los metros se iban reduciendo y yo solo me fijaba en los carteles de los km de la organización, porque para colmo el GPS había sincronizado bien y sabía que la distancia que me marcaba en el reloj no era la real, así que decidí no hacerle mucho caso.
Ya solo quedaba seguir corriendo (qué remedio) y llegar a la meta para encontrarme con mis compañeros del club, pues todos me habían adelantado y yo me había… Un momento: ¿todos? “¡Carlos, Carlos!” escuché por detrás mientras encaminaba el km 20. Miré a la izquierda pero pensaba que llamaban a otro, pero giré a la derecha y ahí apareció. Rosario, compañera del club, fue el ‘chute extra’ de energía que me ayudó a llegar a la meta. “Voy muy justo, tú tira que queda ya poco, no pasa nada” le dije. “No, no, tú tranquilo que vas muy bien, yo te espero”, me respondió. Y así varias veces y en ningún momento se despegó de mí.
El Club Iron Sport no solo es un grupo para entrenar y quedar a hacer carreras los domingos. Es compañerismo, es generosidad, es ‘recoger’ a un compañero y acompañarle cuando no está haciendo ni mucho menos la carrera de su vida. Y como si eso fuera lo realmente importante, pues no somos más que unos finishers más de los miles que acaban cada carrera, con lo que estos gestos son lo realmente importante y se valoran y de qué manera.
“¡Venga Carlos, que ya no queda nada!”, me decía Rosario mientras enfilábamos la cuesta de Atocha hacia Neptuno con una inclinación que en ese momento para mí era un muro vertical. Tanto, que solo miraba a suelo y a los lados en busca de una ayuda extra que no llegaba, más de la que ya me estaba dando Rosario. Al final fue una buena idea no mirar hacia el frente porque cuando levanté la cabeza me encontré la meta de bruces y por fin todo había terminado.
El abrazo con Rosario fue más que merecido para ella y la bolsa con la comida y bebida y la medalla más que merecida en un día tan sufrido como aquel. Desde aquí mando un saludo a todos los que se llevaron más de una medalla, imagino que estarán contentos de tener dos o más, venderlas incluso por internet y dejar sin el premio a otros corredores que se esforzaron tanto o más que ellos, muchos además seguro terminando su primera media maratón. Estoy convencido de que no os hubiera gustado que hubiera sucedido al revés.
Yo me fui con la mía (solo con una) y me reuní por fin con mis compañeros para comentar con ellos la carrera y felicitarnos a todos mutuamente. Increíblemente, fue la media maratón en la que menos cargadas he tenido las piernas los días posteriores y en la que más satisfecho he estado de pertenecer a un club como Iron Sport, pues nunca sabes dónde vas a encontrar ese apoyo y ayuda extra que te ayude a completar tus objetivos. ¡Gracias Rosario!
Aquí tenéis mis otros dos post de mi preparación por si queréis leerlos si todavía no lo habéis hecho:
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