8 segundos
Supongo que todos recordaremos, al menos durante un tiempo, la locura que ha sido, en lo que a carreras se refiere, el otoño – invierno de 2021. Todos los organizadores querían celebrar sus carreras, suspendidas desde marzo de 2020, en esos meses. Cosas de la pandemia que, no lo diremos muy alto, parece que por fin vamos dejando atrás…
Para no ser menos, y en el transcurso de algo menos de 5 meses, los que van del 11 de noviembre de 2021 al 3 de abril de 2022, se celebraron 2 ediciones de la Movistar Medio Maratón de Madrid. Y allí que estuve yo en la línea de salida de ambas, que creo recordaré como, probablemente, dos de mis mejores medias de siempre.
Tanto en noviembre como en abril venía de unas semanas de preparación con excelentes sensaciones, buenos tiempos en los entrenos, volúmenes de más de 40km semanales, sin molestias ni lesiones. Además, en ambos casos se había celebrado previamente la carrera MetLife (15k), que afronté como una prueba para ver mi estado de forma. Y en ambos casos los resultados fueron buenos, con tiempos en el entorno de los 5’/km en ambas, y eso que en marzo de 2022 la semana anterior había estado en el Trail de Fuente Vieja (Iriepal), engañado por Rubén (de la Oliva. L – X 19:00). Pero esa historia ya la contaremos otro día.
Así que todo apuntaba a que podían ser carreras con excelentes tiempos, propicias para repetir, o batir, mi mejor marca personal de 1h47’15”.
Y en ese objetivo de mejorar mi marca personal, y quizá hasta acercarme a la barrera de 1h45’, apareció además una ayuda inesperada: Raquel (grupo de L – X 19:00) se ofrecía a hacerme de “pacer”. En noviembre el grupo se completó con Rubén Portillo (M – J 20:15), y en abril con Carlos (también del grupo de L – X 19:00), y mi cuñado Antonio.
Os ahorraré el esfuerzo de leer una crónica de ambas carreras. En ambos casos amanecieron unos días con excelentes condiciones para correr en Madrid.
Dos de esos días de invierno en los que, a pesar del frío, el aire tiene una claridad especial, y el perfil de la ciudad está definido con mayor nitidez por esa luz de Madrid, que justificaba esos días el refrán: “De Madrid, al cielo”. Pero la cruda realidad fue que no me acompañaron las piernas ninguno de los dos días.
A pesar de los esfuerzos de Raquel, tratando de marcar un buen ritmo y ajustarse al plan de carrera que habíamos definido, preocupándose en cada avituallamiento de ir a por agua para mí y para todos los que corríamos juntos, de forma que no tuviera yo que bajar el ritmo.
Y ocupándose luego tirar correctamente las botellas en los contenedores. Bueno, menos la de Carlos, que no quería soltarla. O dándome conversación y ánimos a lo largo de todos y cada uno de los kilómetros.
Pero no pudo ser. Si en noviembre a partir del kilómetro 15 estaba claro que no podíamos mantener el ritmo, y empezaron las molestias, en abril, y desde el 5, justo después de coronar Plaza de Castilla y girar hacia Bravo Murillo, estaba claro que no podía.
El dolor había comenzado ya subiendo la Castellana, y probablemente hubiera sido más sensato abandonar, porque fue un auténtico calvario completar la carrera. Una rotura por apertura en el semitendinoso de la pierna izquierda así lo prueba. Pero claro, sensatez no es una palabra habitual en nuestro repertorio runner.
Y, a pesar de todo, las marcas no estuvieron tan mal, en torno a 1h51’ en ambos casos, gracias a Raquel, y a Carlos, que no me dejó en ningún momento y me llevó hasta la línea de meta.
A pesar de las marcas, lejos de mis aspiraciones y posibilidades, del sufrimiento, de la lesión, creo que recordaré estas dos carreras, como os he dicho al principio, como unas de mis favoritas.
Y no, no es por ese tradicional y bien conocido sadomasoquismo de los corredores populares, a los que no sólo nos gusta sufrir, pasar frío y calor, mojarnos y ponernos perdidos de barro. Sino que, a diferencia de los profesionales que cobran, nosotros encima pagamos por ello.
La verdad es que, ahora que voy cumpliendo años y puedo decir, sin atisbo de pena o nostalgia, que soy mayor, categoría senior máster dice las clasificaciones.
Debo confesaros que aquellas marcas que hice compitiendo en 100m, 200m o salto de longitud en categoría juvenil cuando tenía 16 y 17 años. Y de las que tanto me enorgullecía, se me han olvidado, y hace tiempo que dejaron de tener ninguna importancia. ¿Bajé realmente de 12”, 25”, salté más de 6,5m?.
No me acuerdo ya, quizá fue así, o confundo los que eran mis objetivos con mis marcas. Y sé que lo mismo ocurrirá con esas marcas que, con tanto ahínco, sigo persiguiendo en 10k, medias maratones o lo que venga en los próximos años.
Pero lo que sí recuerdo son las celebraciones con mis amigos y compañeros de entonces, tanto cuando ganábamos como si perdíamos.
Parece ser que la duración media de un abrazo entre dos personas es de 3 segundos. Esto es así “según los estudios”. No me preguntéis de quién, ni cómo lo ha medido, porque eso Google no lo precisa.
Y si seguís buscando en Google, parece que es a partir de los 8 segundos que un abrazo nos puede ayudar a pasar un mal trago. Vivimos tiempos de mucho estrés acumulado, con la ansiedad como parte de nuestro día a día por culpa del miedo, la incertidumbre, los problemas.
Por eso sé que, de los recuerdos que se me aparecerán del pasado en años venideros, siempre estarán claros esos abrazos con Raquel al cruzar la meta. Esos apenas algo más de 8 segundos…
Manuel Segura
Los abrazos están muy bien, pero cuando estás recorriendo los últimos metros de una maratón con los ojos entornados y apretando los dientes porque ya no puedes más y ves aparecer a Manu vestido de calle con la idea a correrlos a tu lado, es algo así, en metáfora bélica, como pensar que vas a tener que enfrentarte tu sola a un ejército ahora que no te quedan fuerzas y de repente escuchas cascos de caballería, tu caballería, que viene al rescate…y les va a pasar a todos por encima. ¡Vaaamos!