Vuelta al Pico Cerler. O “Me vais a tener que perdonar…”.
GTTAP 2019– Gran Trail Aneto – Posets.
“Me vais a tener que perdonar…” porque esta no era mi crónica, sino de otro.
Y “me vais a tener que perdonar…” por lo que es un chiste interno que compartimos los que disfrutamos de ese maravilloso fin de semana en el valle de Benasque de finales de julio (19 al 21) y que es, un poco, el leitmotiv de este relato.
El inicio…
Porque, y me vais a tener que perdonar, esta aventura no comienza el día de la carrera, ni en las semanas previas siguiendo el plan de preparación que nos diseñó Cristina. Esta aventura comienza con la ilusión de alguien que al final ni siquiera pudo correr la carrera: José Carlos y su plan de correr en Chamonix el fin de semana de la UTMB en 2020.
Así que tenemos que hacer flashback a 2018, en concreto al 20 de diciembre, jueves, momento en el que muchos estábamos esperando a ver si nos tocaba la lotería, y en el que, todavía con la resaca de la fiesta de Navidad del Club, va y suelta José Carlos en el chat del grupo “L-X 19:00h”:
Chicos, el 20 – 21 de julio es el gran trail del Aneto – Posets y sus “hermanas pequeñas” (por hermanas pequeñas se refería a las carreras de 55, 42, 25 y 14km, pero claro, es que el gran trail son 105km).
Yo me voy a apuntar al Maratón de las Tucas: 42 km, 2500m D+. ¿Alguien se anima a alguna de ellas?
Ni 10 minutos después el WhatsApp bullía de mensajes, incluido uno de Rubén de: “a que no hay…”; a lo que rápidamente respondió Carlos: “Sujétame un momento el cubata …”
Ni dos horas después ya estábamos embarcados en la aventura José Carlos (JC), como promotor, para la carrera de 42k, y para los 25, Vuelta al Pico Cerler (1250m D+) los “Velasco Brothers” (Cristina y José María), Juan y servidor, que para esa fecha no había corrido nunca, en asfalto o montaña, más de 21km. Poco después se apuntó Rosa, y por supuesto Isi, en labores de intendencia y para cuidar de Nerea. ¡¡Pues ya estábamos todos!!
La pre-inscripción se cerraba el 21 de enero, de lo que se encargó JC, y ya sólo quedaba aguardar al resultado del sorteo un par de días después. Emoción, nervios…, y ¡¡¡ premio!!!, todos inscritos y con plaza. Alegría del equipo, y Juan que se apresura a abrir un nuevo grupo de WhatsApp. Entre el de los entrenos semanales, el grupo de montaña, el de Guadalupe y éste he tenido más conversaciones por WhatsApp con Juan que con mi familia estos meses.
Sólo en ese momento, y ya con la inscripción formalizada, caemos en la cuenta de que 5000 corredores, sus acompañantes, más curiosos, turistas y veraneantes varios, lo mismo copaban los alojamientos de la zona, así nos ponemos a buscar refugio para todos, descubriendo que, y ya en enero, con suerte lo más cerca que íbamos a encontrar de Benasque podía ser en Huesca capital, o en Francia. Pero no paaaaasaaaaa nada, que somos de IronSport 3C: unos apartamentos rurales a 45 minutos en coche de Benasque nos parecieron ideales, que para eso estamos los de Tres Cantos acostumbrados a tener que bajar a Madrid a las carreras. Si no es ná…
En este punto hago de nuevo un salto temporal, para ahorraros los meses que siguieron, más que nada por conservar a algún lector despierto. Sin embargo, dos hechos aciagos sucedieron con abril ya avanzando: Cristina y JC se rompían. Y lo que en principio parecían lesiones que se podrían recuperar a tiempo (casi tres meses vista), finalmente les llevaron al dique seco mucho más tiempo del esperado.
Así que a primeros de julio nos encontramos que la representación de 6 corredores del Club se había quedado reducida a 4. Y que, además, a JC le ha dado una pataleta y no quiere venir a pasar el fin de semana con los compañeros, con el argumento aplastante de: “yo, si no es para correr, no voy”. Varias sesiones de terapia, y la visita de dos simpáticos exmercenarios serbocroatas que conozco, finalmente convencieron a JC de lo buena idea que sería subirse con su nuevo y flamante “palais roulant” (furgo-caravana) a los Piris ese fin de semana.
Finde de la carrera
Viernes 19. Toca movilización general del equipo: JC cual caracol (por lo lento y llevar su “casita” a cuestas), José María de chófer de Isi y Rosa en un flamante Fiat 600 (le faltaba ser descapotable), y Cris, Juan y Nerea por su lado. Yo fui agraciado con un nuevo “Brown Friday” por mi jefe, así que me tocaba salir el sábado por la mañana tempranico “con la fresca”
Sábado 20. Con las carreras “largas” (105 y 52km) ya en curso, hemos quedado en Ansiles a comer y ver pasar a los corredores. Después de la comida nos acercamos a Benasque con tiempo de ver llegar, tras 17h corriendo, al primer clasificado del GTTAP – 105km. Como decía el speaker en la meta: unos titanes de otro planeta.
Después de disfrutar un rato del ambiente de la carrera en el pueblo, recoger mi dorsal y la bolsa del corredor, toca volver a nuestros apartamentos, ducha y preparar el plan de la noche. En el dilema de si “compra en Mercadona y cena en casa” y “cena fuera”, vence por poco esta última opción, y nos embarcamos en la que ha sido, para mí, una de las más divertidas y deliciosas veladas de los últimos meses. “Me vais a perdonar“ que no entre en detalles, pero si os perdéis por el valle de Benasque no dejéis de pasar por el “Signum Bar”. Si es que siguen ahí y, eso sí, ir sin prisas.
Domingo 21. Hemos puesto el despertador a las 06:30, que Juan ha marcado “quedada en Correos” a las 07:00h, para llegar con tiempo. A las 06:00 JC y yo ya andamos despiertos, y despertamos a José María que “hiberna” en el otro cuarto del apartamento que compartimos. En la planta baja, Rosa lleva deleitando desde las 05:00 a sus acompañantes con su ritual matutino. Desayuno rápido, preparar el material (todo marcado o Juan nos regaña, que dice que hay controles) y a las 07:00 en punto estamos todos en los coches.
A las 08:00h ya estamos todos aparcados y nos dirigimos hacia la línea de salida, todavía con tiempo de un segundo desayuno, que ya sabemos que Juan es como los Hobbits, y con menos de tres no es persona.
A esta hora, cuando queda una hora para la salida, empiezan a hacer aparición los nervios, imbuido por el ambiente de corredores que, poco a poco, van llenando la cafetería donde nos encontramos. Es mi primera experiencia en Pirineos, y tanto el perfil de la carrera como la descripción de los tramos técnicos impone cierto respeto. Además, pocos días antes de la carrera Juan nos ha avisado que la organización ha cambiado el recorrido, que pasa de 25 a 27km.
Toca salir hacia el cajón de salida. Somos más de 1000 corredores, y hay que pasar el control de dorsal (no de material, Juan debía haber leído otro reglamento). Foto de grupo con la bandera del club y adelante. Al ser de los primeros da tiempo hasta de que me entreviste uno de los animadores. Yo, con los nervios, sólo pude articular un “Somos de Madrid y está tó mu bonico y mu bien organizao”. Si me oyera mi madre… Abrazos, ánimos, últimos selfies y cuenta atrás: 3, 2, 1… ¡¡¡Y arranca la carrera!!!
La carrera
Hace ya calor, unos 28º, y en el cielo ni una nube a las 09:00h y yo tengo un plan trazado: aunque los 4 primeros kilómetros son bastante llanos y se puede correr, no me lanzo a lo loco, manteniendo un ritmo de 5:30’/km. A los pocos metros de haber salido, José María se escapa de mi vista, y sólo a veces veo, bien adelante del pelotón, a Juan y Rosa.
Los primeros kilómetros hasta Anciles, paralelos al río, se pueden correr bien a pesar de la aglomeración de gente, pero en el primer repecho (km 5) ya nos paramos, dado lo angosto del camino. A partir de ahí y hasta el primer avituallamiento (Molino de Cerler, km8) es difícil correr dado lo estrecho del sendero y la cantidad de gente, por lo que se hace realidad el lema de: ¡¡Apúntate a un Trail, que se anda!! Así que saco ya los bastones, y a tirones, adelanto cuando puedo.
Al llegar al Molino, y todavía no son las 10, el sol ya aprieta y promete un día de calor, así que toca beber y comer algo. Ya me he tomado unas sales en el desayuno a eso de las 7, pero por si acaso me tomo otra dosis, dado a partir de aquí hay 8km de subida continua, con rampas que superan el 21% de desnivel.
Salgo del Molino con ánimo, ritmo constante de carrera – caminata, y cada vez más cómodo con mis bastones. Aunque voy sólo casi todo el rato, el paisaje es sobrecogedor, y los minutos y kilómetros se pasan rodeado de picos que superan los 2000m, valles increíbles y una naturaleza que me desborda y sobrepasa.
En el kilómetro 13 empieza los serio: desde el Ampriú, una pista (supongo que una de las pistas de esquí de la estación de Cerler) hasta la Colladera, vertical y descarnada, a pleno sol. Es el tramo de máxima pendiente, 3km de media el 16% y tramos del 21%. Las 11:00 de la mañana y el sol ya castiga con toda su fuerza, estamos a más de 36º, y como desde el avituallamiento del km8 no he dejado de beber cada 20 minutos, ando ya corto de líquido. Aun así, me marco un ritmo, un bastoneo constante con los dos bastones actuando de palanca a la vez, y comienzo la subida. Veo que voy bien, porque no hago más que adelantar a corredores que, exhaustas sus fuerzas por la subida o por el calor, no pueden sino pararse a coger aire, o se sientan en los bordes del camino con calambres.
Y así me encuentro a Rosa a menos de 1km de coronar la Colladera. Sentada y sufriendo por unos calambres, en cuádriceps y aductores, que duelen sólo de verlos. Está acompañada por una de las muchas personas que jalonan el recorrido animando, y me paro a ver cómo está. Tiene los cuádriceps fatal, y trato de ayudarla a estirar y relajar con unos masajes, pero a pesar de que ella no para de repetir que ha seguido todos los consejos de Cristina, que se ha hidratado, tomado las sales, y comido, es evidente que no puede seguir, mucho menos teniendo en cuenta que quedan todavía más de 11km, y toda la bajada, muy técnica por tramos.
Al rato pasa Juan, que sólo es capaz de articular un gruñido, no sé si de ánimo o una de sus típicas puyas a Rosa. Luego, ya en la llegada, nos contará que llegó al Molino fatal, con mareos, no se sabe si de mal de altura o de golpe de calor.
Me costará casi 15 minutos convencer a Rosa que tiene que abandonar y volver al último punto de control, ladera abajo. No quiere, y sólo es, entre lágrimas, que finalmente accede a bajar ayudada por dos de los voluntarios de la carrera.
Ya con Rosa en buenas manos y bajando hacia las asistencias, retomo la subida. La verdad es que los casi 20 minutos de parada me han sentado de maravilla, así que arranco de nuevo a buen ritmo con mis bastones, y adelanto a muchos de los que nos pasaron mientras estaba con Rosa, coronando los escasos 700m que me quedaban de subida para llegar al avituallamiento del km16 en poco más de 2h30’.
La vista desde La Colladera es brutal, increíble e indescriptible, así que ni lo intento. No paro mucho en el avituallamiento, porque ayudar a Rosa me ha complicado mi plan de bajar de las 4h, así que compruebo que nos buena idea mezclar isotónico (agua con sal) y membrillo, relleno mis botellas y me pongo en marcha de nuevo, ahora con 4km de bajada continua de nuevo hasta El Molino.
Al rato de bajar, una de las imágenes más graciosas de la carrera: dos chicas paradas al borde del camino, y todo el mundo, solícito, parando a preguntar: ¿estáis bien? ¿necesitáis algo? ¿agua, sales? A ver, compañeros: ¿los pantalones de una por los tobillos, su postura, y el papel higiénico en las manos de su compañera no os da ninguna pista? Tralará, tralará, yo sigo mi camino, que además me han fastidiado el sitio para mi parada fisiológica personal…
Bastante tengo yo con mantener el ritmo de bajada, no trastabillar ni pifiarla por no ir atento al camino. Además, a los 18km ya empiezo a no saber si me duelen los isquios, el pubis, los glúteos o un testículo.
Así que avanzo y sigo. Vuelvo a pasar por el Molino, km. 22, vacías otra vez las botellas, que relleno y sigo. Avanzo siguiendo las marcas, kilómetro a kilómetro. Este último tramo, por el bosque, subidas y bajadas constantes, ramas, piedras, ríos, se hace interminable. Pasamos de nuevo Anciles, y ya no quieres que haya gente animando, porque si te animan te vence el postureo y te pones a correr, metiendo barriga y todo, hasta llegar a la esquina, y nada más doblar volver a andar y resoplar. Ya no queda más que seguir, pensando ¿qué no me duele? ¿qué músculo tendré intacto?
Entonces lo oyes, oyes el bullicio de la meta, levantas la vista y te das cuenta que estás ya ahí, has dejado el km 25 atrás, y no sabes de dónde, sacas fuerzas para empezar a correr, como si empezara la carrera de nuevo.
Ahí está Isi animándote a la entrada de Benasque, y a los pocos metros Cristina, llamando por teléfono a JC, que se ha ido a mear y no te fotografiará entrando en meta. Y allí está la alfombra roja, y el arco de entrada con ese pequeño podio que subimos todos los que hemos corrido, los que hemos sufrido y disfrutado. Llego, y veo a Juan y nos abrazamos. Y a Cristina y le doy de nuevo las gracias. Por ayudarme a llegar más allá. Luego veré a José María, y a Rosa ya duchada y tras pasar por las manos de los fisios. Y nos abrazaremos también.
Toca ya quitarse el disfraz de corredor, y recomponer lo mejor posible el andamiaje. Satisfecho, dolorido, pero, sobre todo, habiendo atesorado una nueva aventura compartida con mis compañeros. Porque me gusta correr, pero mucho más compartirlo. Compartir las risas, las lesiones y las bromas de los que sufren y disfrutan conmigo, ya sea en un entreno o una carrera.
Tras la comida nos separamos cada uno por nuestro lado. Por delante, 6h de coche a Tres Cantos con Rosa e Isi, compartiendo anécdotas de la carrera y de nuestras vidas. Al llegar, echo cuentas: 39 horas desde que salí de casa el sábado, de las cuales casi 13 en el coche. ¿Estoy loco? Seguramente, pero 39 horas vividas disfrutando de lo que me gusta, en la naturaleza, con mis compañeros y amigos. ¿Quién da más?
Nos vemos pronto en la próxima.
Menudo crack estas hecho MANU!!!