Crónica de nuestro compañero Manu de la carrera Riaza Trail Challenge 2019:

Antes de la carrera

7:57 de la mañana del sábado 1 de junio y suena un whatsapp entrante:

Juan: ¿Ande estás?

¡¡Mierda!!, que habíamos quedado a las 7:45 en Correos. Pero: ¿en qué se me ha ido el tiempo desde las 06:30 que me he levantado? Da igual, ¿qué le digo a Juan? La verdad, que siempre es lo mejor:

                Yo: Saliendo

                Yo: Sorry

                Juan: Vete ya directamente para allá

                Yo: Visita WC

                Juan: Vamos nosotros saliendo tb.

Y es que no falla, o por lo menos a mí, que en el último momento antes de salir de casa para una carrera, hay una urgencia fisiológica. Momentos en los que siempre me asalta el mismo pensamiento: pero ¿quién me manda a mí…?

Una vez más, ya es tarde para echarse atrás. Así que última comprobación al material para hoy, que es un poco más extenso del habitual: mochila, botellas de hidratación llenas, bastones, crema y gafas de sol, auriculares, sales y ciruelas pasas (mi avituallamiento sólido habitual), y salgo de casa disparado hacia el coche.

Hoy no hace falta poner el GPS porque me sé bien el camino, ya que empieza a ser una tradición iniciar el mes de junio en Riaza. Sin embargo, este año es diferente: me he decidido pasar a la distancia de 20km después de tres años corriendo la carrera de 11. Ya es hora de probarme en esa tan mencionada “temible” subida (y bajada) al Merino y Cerro Gordo. Ahora, que lo mismo no he escogido el mejor año vistas las previsiones meteorológicas.

Ya en la M-607, y con la banda sonora de “Guardianes de la Galaxia” en Spotify como compañera de carretera, miro el termómetro: 21º a las 8 de la mañana. Creo que hoy no vamos a pasar frío.

A las nueve en punto me reciben las campanas de la iglesia de San Juan Bautista ya aparcado a los pies de su campanario. La pequeña villa de Riaza bulle con esa tan particular animación y energía que rodean los momentos previos de cualquier carrera: gente buscando aparcamiento, corredores despojándose de su ropa de abrigo (hoy a todas luces innecesaria), madrugadores que ya han recogido dorsal y bolsa del corredor y se dirigen a desayunar a la Plaza Mayor, donde se sitúa el arco de salida y llegada.

Tengo tiempo hasta la salida, fijada a las 10 de la mañana, así que dejo todo en el coche y me acerco dando un pequeño paseo hasta el Ayuntamiento, punto de acreditación y recogida de dorsales. Nuevo mensaje a Juan a ver qué tal van ellos, me responde que aparcando, y ya con mi dorsal y bolsa vuelvo al coche a prepararme y recoger el material.

De vuelta a la plaza veo a Juan con Nerea en la puerta del Ayuntamiento. Ya han recogido los dorsales (Rosa corre también) e Isi se ocupará de quedarse con la peque. Inmortalizamos el momento con una foto de los cinco junto al podio, para los registros del club, y buscamos sitio en una terraza y hacer tiempo antes de la salida. Menos Juan, que con el espíritu hobbit que le caracteriza, me pide que le traiga unas madalenas con el café, que tiene que hacer su segundo desayuno del día.

15 minutos para la salida y ya el sol aprieta de lo lindo. Miro el teléfono, 25º, y viendo a todos los corredores que ya nos arremolinamos en la zona de salida me viene a la cabeza la frase de Leónidas en la película 300: “Espartanos, preparad el desayuno, y alimentaos bien, ¡porque esta noche cenaremos en el infierno!” Pues me parece que el infierno ha decidido adelantarse a la hora de la cena hoy… Pienso también en los locos que han decidido hacer las carreras de 42 y 63k, y que han salido a las 08:30.

Selfie de rigor con Juan y Rosa antes de salir (¡cómo nos gusta el postureo!), y ya estamos listos para la cuenta atrás. 20km y 929m D+ no esperan por delante.

Riaza Trail Challenge 2019

Resumen de carrera

La salida de las carreras de Riaza es muy rápida: según se cruza el arco de salida giras a la izquierda y en seguida coges un largo tramo de carretera cuesta debajo de algo menos de un kilómetro que te lleva volando al punto donde realmente empieza la carrera: curva cerrada a la derecha en un camino de tierra, y ya empiezas a subir por un caminillo de cabras que obliga a la carrera a ponerse en fila india.

Este primer tramo de subida es complicado, porque, aunque la pendiente es más o menos asequible, la aglomeración hace que sea difícil correr. Todos estamos frescos y con ganas y el pelotón permanece compacto. En los puntos que el sendero permite adelantar, o donde se puede correr fuera del sendero, voy aprovechando para adelantar a los más lentos. En la bajada ya había perdido de vista a Juan, que ha salido como si supiera que más adelante había un chuletón y se lo fueran a quitar, pero mantengo a Rosa cerca a lo largo de toda esta primera subida.

Llegando al kilómetro 4 salimos del camino de cabras para coger una pista forestal amplia y bien compactada. Este es el punto donde se separa el grupo: la carrera de 11km gira a la derecha y nosotros a la izquierda. Zona de toboganes en los que se puede correr bastante bien, todavía con sombra, y que llega hasta la Ermita de Hontanares, primer punto de avituallamiento en el kilómetro 6. He perdido de vista a Rosa, que en la pista se ha puesto a correr a lo loco, pero yo he preferido mantener mi ritmo objetivo, en torno a 6 min/km, y reservar fuerzas para luego.

Parada breve en el avituallamiento y preparo los bastones, porque ahora empieza de verdad lo bueno: una subida ininterrumpida hasta un poco más allá del km 10, con una pendiente media del 15% y rampas de 500m que superan el 25%. Miro el reloj: son poco más de las 10:40 cuando salgo y ya estamos a 30º.

Cerca de la ermita atravesamos un pequeño bosquete, pero enseguida el campo se despeja y hacia delante no hay más que una subida a pleno sol. Luego compararemos tiempos Juan y yo cerveza en mano: el kilómetro 7 me llevará completarlo unos 13 minutos, y el 8 casi 15.

Los bastones me ayudan a superar este tramo sin demasiado castigo en cuádriceps e isquios, pero los gemelos se van cargando por minutos, así que entre el kilómetro 9 y 10, en un pequeño collado que atravesamos antes de llegar a la cima de la carrera (1.933m) paro un poco para estirar los gemelos antes de afrontar la bajada, hidratarme, tomar sales y comer algo.

Mitad de carrera, se han acabado las subidas, pues ¡¡¡a bajaaaaaaar!!! Pregunta de premio: ¿es peor una subida con pendiente del 25% o una bajada de tierra y piedras sueltas con la misma pendiente? La respuesta la encuentras en Riaza. Por momentos pienso que mejor si dejo de disimular que corro y me pongo simplemente a andar… El calor es ya insoportable, y hasta respirar es complicado con el polvo que levanta la gente que llevo delante.

Kilómetro 14.5 y atravieso Riofrío de Riaza, donde está el segundo y último avituallamiento. Tenga la boca como una auténtica pasta, por lo que al principio me cuesta hasta tragar.

Los cuádriceps me arden como si me hubieran puesto planchas encima. Desde el tenderete del avituallamiento, mientras trato de comerme una naranja, miro de reojo a mi izquierda y veo la fuente del pueblo, con su pilón… No me ha dado para hacerme unos largos, pero sí para meter la cabeza y refrescarme las piernas.

Ha sido una parada larga y para cuando salgo he superado ya las 2h20’ de carrera, con algo más de 5km hasta el final, por lo que mi objetivo de acabar en 2h40’ es ya imposible, pero voy a intentar acabar por debajo de las 3h.

Refrescado, y sabiendo que ya está superado lo más duro, recompongo la mochila, guardo definitivamente los bastones y salgo con la idea de no parar ya hasta meta. Por delante sólo me queda un tramo técnico de bajada con bastante piedra y terreno abrupto, con torrenteras que bajan del monte, y allí, además del calor y el sol que sigue castigando implacable, tengo un par de avisos de los gemelos de que voy muy justo.

Un tropezón con una raíz, del que he salido trastabillado, hace que se me suba el gemelo derecho. Nueva parada para estirar y sigo con calma. Esta zona de la carrera ya me la conozco muy bien, pues del encuentro con el río a la meta en Riaza el recorrido es común a la carrera de 11km. Así que toca apretar los dientes, aguantar el calor y tirar… El camino es bueno, falso llano, alguna subida suave y sendas anchas.

Último tramo en subida y engancho con el tramo asfaltado que me nos indica que la meta está a menos de 2km. Mi desconocida compañera de carrera desde el avituallamiento en Riofrío se para y me dice que no puede más. Tiene calambres y no le responden las piernas. Trato de animarla y decirle que la acompaño hasta el final, pero no puede más. Varios voluntarios se acercan a ayudarla y me dice que siga yo, que ya llegará ella como pueda. Kilómetro 19 y 2h55’45”

Salgo ya con lo que me queda y rezo para no tropezarme con nada, porque se me van a poner los gemelos de corbata. Ya dentro del pueblo de Riaza la gente que bordea el camino me aplaude a raudales, me animan y hasta uno de los guardias civiles que vigila el tráfico se pone a correr a mi lado, ¡¡¡qué gente más maja!!!, pienso, momento en que me adelanta por la izquierda Chema Martínez, que enfila hacia meta como una bala, conmigo intentando disputarle el sprint.

Arco de meta, y la figura familiar de un tipo calvo, feo, con camiseta naranja y negra que me dice que he llegado, que he superado la prueba y con el que me fundo en un abrazo. 2h59’55”

Esperamos que os guste